Mi primer año en la universidad

Nomar Ruiz

Si hace un año me preguntaban qué esperaba de la universidad, no hubiera sabido qué contestar. No le daba mucha importancia. Sinceramente, creo que pretendía esconder debajo de la alfombra una realidad que, sin importar qué, tenía que enfrentar.

Entonces llegó el 17 de agosto de 2023. Ese día se celebró un evento en el Recinto de Gurabo para los estudiantes de primer año, los prepas. La cita era a las 8:00 de la mañana y yo arribé a las 7:20 am. Menos mal que llegué temprano porque, tan pronto crucé el portón, me perdí. Con el auto llegué al área cercana al Anfiteatro Ignacio Morales Nieva pero como, en aquel momento, me era totalmente desconocida, no sabía ni dónde estacionar el carro, ni dónde exactamente estaba.

Una semana después, el 21 de agosto, iniciaron las clases. Junto a los nervios habituales del primer día, se presentó otra situación: no encontré dónde estacionar. Recorrí todo el recinto y estacioné lejos de los salones. Tras caminar rápidamente, empecé a buscar los salones que me faltaban por identificar. Cuando llegué al salón de mi primera clase leí una notificación de cambio de salón. Me moví, llegué hasta esa otra aula y me acomodé. Al rato, llegaron unos empleados de la universidad y nos pidieron que corroboráramos que el número de curso fuera el correcto. ¡Adivinen! No era mi clase; la notificación que había leído anteriormente era para otra clase y otro grupo. Así que el primer día llegué tarde a mi primera clase por no leer bien. Lo bueno es que no estaba solo en mi cantinflada, hubo otros compañeros que también enfrentaron la misma circunstancia.

Tengo que destacar que ese primer día no me sentí solo o raro. Yo estaba impresionado y curioso por todo lo nuevo que me rodeaba. Y aunque pareciera que no me perdería de nuevo, al otro día no tenía idea de dónde quedaba mi salón. Recorrí todo el recinto; parecía que la estaba midiendo. Finalmente, pregunté y el salón estaba en el segundo piso de la biblioteca, la misma biblioteca a la que le pasé por el lado unas siete veces. Por lo menos, a esa clase llegué a tiempo. Desde ese momento todo ha sido muy positivo. Me he sentido muy cómodo, me he adaptado más rápido de lo que pensaba y creo que no he vuelto a cometer alguna novatada. Claro, las caminatas continúan y sirven para poner en forma a cualquiera. Subir y bajar todo ese camino cuatro días a la semana, cargando el bulto y en ropa sumamente incómoda, califica como un 5K. En fin, este primer semestre he experimentado muchas experiencias y sé que estoy listo para completar mi carrera universitaria.

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